ECOGRAFÍA EMOCIONAL: TU ECO 5D HD LIVE

Terminé de releer “Pájaros de América” de Lorrie Moore. A veces releo, para contagiarme, para robar, para ensuciarme, para aprender, para sorprenderme, para martirizarme, para escuchar otra voz, para saber mirar. Leo a David Foster Wallace para embarcarme en “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”, y descubrir que “la opción de la diversión dura promete no tanto trascender el miedo a la muerte como ahogarlo”. Leo la columna “Calle Larios” de Pablo Bujalance, los domingos en Málaga Hoy, para descubrir mi ciudad, a sus salvadores y sus verdugos, y a los que caminan a la intemperie. Leo, releo y subrayo a Leila Guerriero, todo lo que escribe, y no me canso de hacerlo. Leo a David Gistau en “El último negroni”, una recopilación de sus columnas, y pienso qué pensará, allá donde esté, sobre lo que pasa en este país, dónde daría su golpe. Leo poemas de Eloy Sánchez Rosillo para detenerme, contemplar y ver palabras donde yo no las veo. Leo poemas de Alejandra Pizarnik para sumergirme donde un alma se despedaza. Me pierdo con Jon Fosse, en la barca, junto a Johannes y su amigo Peter, en el libro “Mañana y tarde”. Leo a Samuel Becket porque él sabe hablar de cosas innombrables. Encuentro personajes de la mano de un cartógrafo de personajes como es Juan Mayorga -ese matemático, filósofo y dramaturgo- y no me canso de ver cómo define al teatro, porque yo no sé nada de teatro y él sabe mucho de teatro. Me agota ver a George Perec como me lleva a una calle, una escalera, una plaza, y siempre acabo con los titiriteros del Pompidou. ¿Cómo hacerse con lo no leído y lo que no podré releer? Angustia. Una verdad absoluta, en un tiempo donde no hay verdades absolutas: no gastar tiempo en leer a la gente que cuenta lo que no pasa, y les pasa lo que no cuentan.

Terminé de releer “Pájaros de América” de Lorrie Moore. Lo hice con la intención de mancharme de cada frase, cada palabra, cada giro, cada metáfora, cada expresión, cada golpe. Con la intención de descubrir qué alquimia hace que una mujer escriba así. Resignación. Pero llegué al relato “Gente así es la única que hay por aquí”. Como otras veces, no puedo leerlo de un tirón, no lo soporto. Me paro. Respiro. Cojo fuerzas, si es que es eso lo que hay que hacer. Estoy un rato con Madre, otro con Padre. Algunas veces, con las familias que desesperan en la sala de espera. Nunca me quedo con el médico. Alguna vez me pongo a jugar con las luces, como el Niño. Enciendo y apago, enciendo y apago, enciendo y apago.

Salgo a la calle en esos días, cuando releo a Lorrie Moore. Voy caminando a recoger a mi hijo que termina de entrenar a baloncesto. Cruzo la Avenida Moliere, frente al lateral este del parque de bomberos, aparece un nuevo local en el que reza un cartel: ECOGRAFÍA EMOCIONAL: TU ECO 5D HD LIVE. Y me sorprende, me acerco, veo la decoración y la cartelería. Y me viene a la mente el relato de Lorrie Moore. Y no creo que, en la mesa de lectura, si todavía existe ese recurso, alguien pusiera el libro de Lorrie Moore. Y menos, que alguien con un cursillo acelerado de marketing, lo dejara con la esquina doblada en la hoja donde arranca “Gente así es la única que hay por aquí”. En tal caso, improbable e innombrable, sería razón para echar al traste la deseada ECOGRAFÍA EMOCIONAL: TU ECO 5D HD LIVE. Sobre todo, cuando llega ese momento donde Moore nos abre una fisura así: “Bebé y Quimio”, piensa: ni siquiera tendrían que aparecer juntos en la misma frase, ni mucho menos en la misma vida”. Una sentencia que, como diríamos en el imperio de la autoayuda, nos hace salir de nuestra zona de confort.

Puestos a no improvisar, creemos que la vida es un avatar que diseño desde la app de mi aparato móvil. Una vida que no es vida cuando se le extirpa cualquier grano de muerte. Hagamos real, en tiempos de la república independiente de mí mismo, el reinado absolutista de la emoción. Con obras de arte, o algo supuestamente divertido que nunca volvería a hacer, se convierten en un surtidor de emociones, definibles y reducibles a un emoticono de WhatsApp, o a un infinito parque de atracciones de diversión. En cambio, habrá que transitar por relatos que zarandean, que quiebran la fragilidad. 

Las familias que están en la sala de espera de “Gente así es la única que hay por aquí” tienen que “boxear con un adversario imaginario, aunque entre el amor y la muerte, ¿qué es lo imaginario? Y tiene que aguantar que “todo el mundo nos admira por nuestra valentía —dice un hombre—, no tienen idea de lo que están diciendo”. Ellas que tragan con el temor y el temblor de la angustia y el dolor. Además, deberán soportar sin voz ni lamentos, la expulsión de lo bellamente diseñado, ser una verruga con pelos en una reunión de amigos. Más allá de joder los buenos instantes de la vida, un relato como el de Moore, nos embarca a ir más acá y acariciar cualquier ínfimo nacimiento preñado de vida y muerte.

Porque la vida no es como en aquellas partidas de videojuegos – no sé si alguien más hacía lo mismo que yo-, si en la primera vida la cosa se torcía, perdía a conciencia las tres vidas -curioso que, en la totalidad de los juegos, fueran tres las vidas, el número tres- para empezar de nuevo, y, así, no sentir la frustración de una jugada que ya iba renqueando y no quedaría registrada entre las partidas exitosas. Game Over era la esperanza para empezar de cero, para olvidar un comienzo desastroso que no llegaría a buen puerto.

ECOGRAFÍA EMOCIONAL: TU ECO 5D HD LIVE es una metáfora del flirteo con lo emocional, para zafarse de la vida y la muerte. Un texto como el de Lorrie Moore, al que volveré cuando quiera vivir, y saber de la vida, aunque me haga sufrir, lleva al encuentro con el barquero Queronte, en el que Dante, nos lleva a cruzar por “un terremoto que estremece el campo de las lágrimas y un relámpago rojizo surca las tinieblas”. Pero, ya saben, en cualquier caso, pueden gastar tiempo en leer a la gente que cuenta lo que no pasa, y les pasa lo que no cuentan.

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